UNA HISTORIA PUEDE CAMBIAR OTRA HISTORIA

Cuando empecé a hacer sensibilización en las escuelas a través del programa #Descubre y fui consciente de lo que causa para las personas, sobre todo jóvenes, el impacto de contar tu historia y tu vivencia personal, me quedé muy sorprendido porque creo que es la forma, por lo menos más impactante, de llegar a las demás.

Hace años empecé a colaborar con el Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife en las jornadas que se hacían para conmemorar el Día Mundial de la Salud Mental. Hace 3 años empezaron a venir chicas y chicos que estaban en el Centro de Menores de Valle Tabares y la experiencia fue fantástica. Ellas participaban y les producía inquietud y preguntas sobre una visión de la salud mental que, como la gran mayoría de personas, no tenían. Porque no todas las personas acceden a la información, ni se les deriva al movimiento asociativo o a otro tipo de movimientos que puedan ayudarlas.

Hace dos años pusimos una película italiana sobre la locura, titulada Si Può Fare, que trataba el desmantelamiento de los manicomios y la proliferación en Italia, a partir de la Ley 180 de Franco Basaglia, de cooperativas de trabajo para las personas que habían salido de aquellos horribles manicomios. Después de ver la película, junto a mis compañeras y compañeros, conté mi biografía y cómo había logrado tener otra vida muy diferente a la que tenía en aquel entonces y en la cuál sigo dando pasos cada día, aprendiendo más sobre la vida, las emociones, el sistema, las personas, el mundo, y todo en general incluyéndome a mí misma.

Ese mismo año ya habíamos hablado de que teníamos que seguir haciendo este y otro tipo de espacios, para llegar al colectivo de personas jóvenes con medidas de privación de libertad en Centro de Menores y, también, para no limitar a nada más la actividad del Colegio Oficial de Psicología, ni a que se quedasen como unas jornadas exclusivas de conmemoración del Día Mundial de la Salud Mental.

Lo que no esperaba para nada es que, al año siguiente, una de las personas que había estado el año anterior, me contara al finalizar mi exposición y delante del resto de asistentes, que aquel año, uno de aquellos chicos, no precisamente muy hablador y con graves problemas, había decidido salir del centro y empezar una vida nueva.  Y, en efecto, ya tenía una nueva vida, en la que le va estupendamente. Aquel día, de aquella charla, significó un antes y un después para este joven. Al escuchar esta historia, no pude evitar llorar como un niño, y me sentí muy emocionado y muy, muy agradecido.

El viernes 3 de junio se hizo realidad el poder compartir en el mismo centro con todas esas personas que están en el Programa de Atención Terapéutica Específica (ATE) y subimos a dicho Centro con mucha ilusión, muchas ganas y expectativas y cómo no, muchos nervios por si podía llegar y conseguir captar la atención de ellas.

Al presentarme nadie sabía qué iban a escuchar ni de qué iba la charla o actividad. Comencé a contar, a mi manera y horizontalmente, mi vivencia, y mi historia logra captar poco a poco la atención de las personas que estaban en aquella sala, la energía se notaba fluyendo en el ambiente, una energía de reflexión, de empatía, de emoción, de tristeza, de respeto, de otra visión y de montones de emociones y sentimientos que afloraban a la vez.

Después de haber llegado al punto de que ya no me salían las palabras, y las y los jóvenes que me escuchaban empezaban a hablarme y expresar sus pensamientos. Hubo dos silencios compartidos, de esos que no se oye ni una mosca, pero que dicen muchas cosas. Uno de ellos, cuando mi compañera y amiga, la que me invitó al centro para contar mi historia, recordó el episodio ocurrido dos años atrás en el Colegio Oficial de Psicología.

Ya no podía hablar más y lo que estaba recibiendo de todas ellas era un cariño enorme y un profundo agradecimiento que concluyó con un aplauso grande. Comenté que cuando hago esto, y las personas que me conocen lo saben, el agradecimiento es mío por poder ayudar y aportar un granito de arena en esta sociedad.

Creo que la sensibilización y la prevención son fundamentales y son la base para poder ahorrar mucho sufrimiento en esta sociedad e incluso cambiarles la vida a algunas personas. Y aunque sea solo a una, para mí habrá merecido la pena.

Las personas que trabajan en el Centro iniciaron, en 2006, otra forma de trabajar con ellas que en 2010 pasó a llamarse Programa de Atención Terapéutica Específica (ATE). Este proyecto es un ejemplo palpable de que hay alternativas y que hay necesidad de fomentar cambios en el sistema y, sobre todo, desde la prevención, y la educación para que cada vez haya menos personas jóvenes que se vean privadas de libertad por venir dando bandazos desde jóvenes en su gran mayoría por factores psicosociales que han determinado escoger ese camino.

A estas y estos jóvenes les dije que no somos culpables y que está prohibido juzgarnos; que no somos lo que nos ha llevado ahí, sino lo que queramos ser y eso lo escogemos nosotras.

A mí nadie me explicó qué me pasaba y cuáles eran las causas, y estaba absolutamente perdido, con mucho sufrimiento y sin ganas de nada. No me gusta intentar poner orden y lógica donde hay mucho desorden y confusión, porque cada persona es de sí misma y tiene derecho a elegir cómo vivir. Pero por lo menos, sí me gusta manifestar que siempre hay una luz, por negras que estén las nubes, siempre sale un rayito de sol.

Quiero mostrar mi agradecimiento, además, a las chicas y chicos que fueron a escuchar algo, sin saber exactamente el qué, y al equipo humano y profesional del Centro, por haberme invitado a compartir con ellas y ellos ese rato, por acogernos como nos acogieron y por el trabajo que están realizando, creyendo firmemente en que hay reinserción y que con amor se pueden cambiar muchas cosas, y también que a veces…

Una historia puede cambiar otra historia.

 

Jose Luis Herrera, integrante del Comité PRO SALUD MENTAL ESPAÑA.