Foto en blanco y negro. Una mujer muy abrigada mira a cámara. Con las manos se cierra el abrigo. Al fondo, una pequeña cascada de agua.¡Bendita palabra! Para mí fue un «¡Espérame!». Un «espérame» dicho por un miembro de mi familia, a la cual llamé para despedirme. La esperé y aquí estoy. Lo tenía decidido y más que pensado, pero la esperé. Y os preguntaréis “¿por qué?, si dices que lo tenías decidido y más que pensado”.

Yo creo que hay más de un tipo de suicidio, o, mejor dicho, varios tipos de circunstancias que te llevan a tomar la decisión de coger ese camino. Esa… salida. Pero sobre todo dos. Uno es el sufrimiento personal y otro es el sufrimiento que provocas a los que te rodean. Es mi opinión.

Ese «espérame» vino de mano de mi hermana mayor y yo… sufrimiento personal… ¿Qué más me daba ya? Ya había empezado a autolesionarme. Ya era inaguantable esa situación, pero lo que no podía permitir era hacer daño a mi familia, ni verlos sufrir por mi culpa.

Y entonces llegó el día.

Una gran sensación de alivio recorrió todo mi cuerpo. La decisión estaba tomada. Solo debía escoger el sitio donde hacerlo para la hora que me encontraran.

Yo había encontrado a mi padre muerto, tirado en el suelo envuelto en sangre y la verdad es que, todavía 19 años después, no se me ha quitado la imagen de la cabeza. No iba a hacer pasar a mi familia por ese trago. Mi madre fallecida también, divorciado, pero con la decisión tomada. ¡Ya está!

El mar. ¡Sí! Iré a donde tantas veces estuve con mi padre observando los temporales del mar y no estaré solo. Estará él conmigo. Y me tiraré al vacío en el mar. Sí.

Pero claro, no voy a desaparecer así sin más. Bufff… ¿Qué hago? Ya estoy aquí, papá. Estoy aquí, papá.

Voy a llamar. Llamo a mi hermana mayor y me despido.

¡¡¡Espérame!!!

 

Andrés C.