Libros viejos abiertos, uno sobre otro. Entre sus hojas, otras hojas de papel y lápicesLA EDUCACIÓN INCLUSIVA – TESTIMONIO DE BASILIO

Todo el que me conoce sabe que si muestro determinación por algo es que lo tengo muy claro. Esto me sucede con esa ecuación que es la educación inclusiva.

No por decir una verdad un millón de veces, ésta deja de serlo: la sociedad que se está formando en nuestras aulas será la sociedad del futuro. Lo que está ocurriendo allí ahora marcará a fuego nuestro sistema de valores en la ceremonia de la heredad.

Es tan meridiana la justicia de lo que digo, que solo se me ocurre una razón para desasistir la preocupación de unos padres cuyos hijos tienen una necesidad educativa específica: no hay recursos, ni magia que los aparezca.

Una vez más, la dictadura de la inmediatez nos devuelve a la pertinaz ceguera. La justa necesidad es un término antieconómico, y el futuro se convierte en una quimera. ¿Qué es eso de trabajar por la posteridad?

Los capítulos presupuestarios solo entienden del aquí y el ahora, y se agotan en sí mismos, al no contemplar la línea del tiempo. El cuento de la semilla que da su fruto no se entiende, y una pléyade de esfuerzos sin foco central intenta paliar el día a día.

Y digo más. Ya en perfectas condiciones de consenso y virtud, en cuanto a la política educativa, la prevalencia de España en el concierto global sería un desafío colosal, y dado el empuje de los países emergentes. Pero, desde luego, sin un texto y un cumplimiento legislativo que roce la perfección; imposible.

Pienso que España es un país humilde por naturaleza, y para llegar al estándar de humildad hemos de dar el doscientos por cien, y empezando en la escuela.

Es una pena que alumnos, grandes en ilusión, pero con capacidades escondidas, no lleguen a descubrirlas por falta de apoyos, en lo que sería la culminación del alma universal.

Es una pena perder la oportunidad de que nuestros pequeños se formen en la aceptación de la diversidad. Aunque claro, este es un concepto demasiado abstracto, y no cotiza en el mercado.

La ecuación de la educación es cara, lo es. Sin embargo, ya me contaréis si perdemos este talento por el camino, ¿quién mantendrá nuestro Estado de Bienestar?

He podido comprobar el ejercicio de fortaleza de los padres afectados, en espera de una respuesta que no llega. Sólo piden que su esfuerzo tamaño en la conquista del mañana tenga una mínima correspondencia por parte de los poderes del Estado.

 

Basilio García Copín