Psicofármacos

Psicofármacos. ¿Qué se calla sobre ellos?

Hola querida lectora o lector, antes de seguir leyendo, me gustaría dejar clarísimo que defiendo la adherencia al tratamiento y la recomiendo con todas mis fuerzas. Por favor, no cambies ni suprimas el tratamiento por iniciativa propia, tanto farmacológico como psicológico. En todo caso, dicha pauta debes de intentar consensuarla con tus facultativos de referencia. De hecho, esto fue recogido como una reivindicación por las personas que integramos el movimiento que en España lidera Confederación SME, por ejemplo en el último Prospect, celebrado el pasado año en Madrid.

Por si no has leído alguno de mis escritos anteriores, te comento que soy una persona con experiencia propia en tratamientos de Salud Mental. Es decir, soy un «sufriente» de consultas psiquiátricas y psicológicas.

Si bien, actualmente no tomo fármacos con pauta fija. Llevo así desde la primavera del 2.021, aunque en el verano del 2.022, fui yo el que solicité medicación de rescate, la cual me acompaña inseparablemente. No obstante, os confieso que hasta hoy sólo con tocar el pastillero me tranquilizo y he considerado no utilizarla. Por supuesto, continúo con apoyo o tratamiento terapéutico, con periodicidad semanal, en grupo e individual en estos tiempos.

Pero esto no ha sido siempre así. He estado en tratamiento con fármacos (pastillas recetadas por psiquiatra) unos quince años. He llegado a tomar simultáneamente tres compuestos «antidepresivos», además de los correspondientes antipsicóticos, ansiolíticos, estabilizador del ánimo, etc. No me preocupa, ni me preocupaba, sé que eran pastillas de todos los colores, formas y tamaños. Y ya está. No recuerdo el total de las píldoras o grageas que tomaba. Y además no es importante, ni relevante. Los profesionales consideraron que era lo mejor para mí en esos momentos y ya está. Aunque cuando me fui recuperando les fui solicitando, no su retirada, sino la disminución de las dosis, para estar más «vivo», es decir, sentir alegrías y tristezas, hambre o sed, etc.

Por otro lado, además del problema de Salud Mental, convivía con un consumo excesivo de alcohol. Algo que simultaneé con la medicación. (Por favor, no lo hagas). Eso era un “cóctel molotov” para mi cuerpo. Aunque yo no era consciente en esos días.

Fui cumpliendo años, pasé de los cuarenta y cinco, y la doctora de familia, al ver que por psiquiatría me prescribían analítica para controlar algún tratamiento, me prescribió un análisis más amplio. Como resultado resultó que tenía alguna secuela asintomática, como lo que conocemos popularmente “hígado graso”. También aparecieron alterados ciertos índices, como el colesterol y ferritina, por citar alguno.

Consecuencia de esto fue un seguimiento, tratamiento, visita a especialistas, pues aunque las anomalías de los índices eran leves, no volvían a la normalidad.

También me hicieron alguna ecografía abdominal, por el hígado. En dicha prueba se controlaban todos los órganos de la zona, incluida la próstata. Sí, también salía alterada, aunque asintomática. Curiosamente, en la revisión correspondiente al año sin grageas la próstata volvió a su tamaño normal.

Además, en aquellos tiempos, también noté algún problemilla en la vista, con lo que comencé a visitar al oftalmólogo, tras una exploración por el facultativo, me hicieron una prueba denominada OCT papilar, que comprueba entre otras cosas el glaucoma y pérdida de visión por anomalía en el nervio óptico. El especialista, comprobó mi historial clínico y al ver que era bebedor, pues…me dio una charla “moralina”. Yo le pude responder que llevaba seis meses en Proyecto Hombre. Comencé un tratamiento, no reparador, sino de frenar el deterioro de la visión. Con el tiempo, desarrollé cataratas, de las que me intervinieron. Y con el paso del tiempo me repitieron la OCT, resultando que se había recuperado la visión según esta prueba objetiva, y por su puesto mi experiencia. El profesional lo achacó a que habían transcurrido ocho años desde que dejé la bebida, pero no tuvo en cuenta que hacía un año que no tenía tratamiento con psicofármacos.

Bueno, poco a poco voy recuperando un estado mental y de bienestar emocional deseado por y disfrutado por muchas personas. Y como consecuencia, o al revés, vete a saber, también estoy conformando un estado de Salud deseable en sentido amplio e íntegro. Me viene a la cabeza el dicho “mente sana y cuerpo sano”.

Pero mi experiencia me hace pensar, sería conveniente el “consentimiento informado” para este tipo de tratamientos, como lo tenemos para otros muchos, incluso para la extracción de una muela, algunas pruebas diagnósticas, etc.

Javier Moreno

Representante andaluz del Comité Pro Salud Mental de SALUD MENTAL ESPAÑA