El estigma es una carga pesada en el trato y lo simbólico, pero no por ello irreal, que tenemos que sobrellevar los etiquetados o clasificados como enfermos mentales. Estigma es condición social desfavorable de por sí, desvalorización o pérdida de credibilidad, reputación, consideración. Burla, mofa o trato más o menos vejatorio.
El estigma, debido a que hay un discurso oficial de derechos humanos, de igualdad y no discriminación, cada vez es más sutil pero sigue siendo una pesada losa que hay que superar, pues de ello depende alcanzar cotas de bienestar psíquico mucho mayores, que llevan aparejadas ausencia de sufrimiento y ansiedad.
Estigma es ya en sí ser tratado como “diferente” e inferior cuando ni siquiera has dado muestras evidentes y objetivas de ser especialmente raro, peligroso, muy limitado o nocivo para la sociedad. Estigma es quedarse aislado, no tener un trabajo, porque las cifras de desempleo existentes para nuestro colectivo rondan el 85%, ser en muchos casos identificado con pobres indigentes o mediáticos psicópatas.
Estigma es conocer una chica o tener una relación amistosa que desaparecen cuando se enteran de tu diagnóstico. Ser mirado mal y todo eso, ir por la vida un poco acomplejado y sin fiarte de tu sombra.
Pero el estigma, hasta cierto punto, también es superable intentando comportarte de manera lo más social, agradable y cordial posible. Demostrando buenos sentimientos y una actitud abierta, colaborativa, positiva y centrada en lo mucho que puedes hacer por ser feliz, a pesar de etiquetas, miradas conmiserativas o torcidas, desprecios o tomaduras de pelo.
El estigma es superable aceptando ese lado que en ti funciona mal, abrazándolo, mimándolo, fortaleciendo una consistente autoestima, la dinamización de potencialidades, la absoluta convicción de que no somos muebles sino seres humanos sintientes, dotados de derechos, capacidades y una gran dignidad a respetar.
COMITÉ REPRESENTANTES AFESA, SALUD MENTAL ASTURIAS