ESTIGMA CERO | Acefep / Basilio

Teoría de la preservación

Barca con remeros

Llamo salud mental a un estado en el cual los condicionantes de la función mental encuentran su equilibrio. El control se identifica entonces con la voluntad, y estamos en condiciones de afrontar los problemas que a todos genera la vida diaria.

En ausencia de salud, la confusión dificulta este desenvolvimiento y se hace necesario hablar de un proceso de recuperación, sobre todo de las habilidades psicosociales (farmacología aparte).

Es quizá esta la visión más extendida sobre los problemas de salud mental, y del afrontamiento que hacemos de ella. Es decir, una persona sufre un problema y hay que solucionarlo. Bien.

Pero vayamos más allá. Vengo a este artículo a defender la existencia de un vacío en esta ecuación. Resulta, que la salud mental se da por sabida hasta que sobreviene una crisis. La sociedad entiende que hay que recuperar a la persona, pero no tiene conciencia de que la salud mental del conjunto hay que preservarla.

El salto consistiría en poner al mismo nivel de urgencia y necesidad a la recuperación y a la preservación. Y el mensaje que habría transmitir en consecuencia es que la salud mental nos afecta a todos, como grupo social, y por igual. El trastorno ya no sería algo que le sucede al otro, y al que hay que ayudar, sino que hay que fomentar un comportamiento social que dé origen a la salud, y por tanto, a la preservación.

A nadie se le escapa que vivimos en una sociedad multi exigente e híper competitiva. La velocidad de los avances, y de los usos sociales, condicionan la velocidad de los procesos mentales y el raciocinio presta su servicio al límite. No es extraño que en esta circunstancia se produzca un fallo funcional.

La preservación, entonces, exigiría una política dinámica: la salud mental hay que preservarla, hay que ir a buscarla, hay que perseguirla.

En este sentido, tenemos que entablar la costumbre de hablar sobre salud mental sin prejuicios; tenemos que exteriorizar nuestro universo de emociones y sentimientos, para que entre unos y otros mantengamos un estándar de salud, y prolonguemos nuestro período de estabilidad.

No es cosa cualquiera disfrutar de nuestro mundo interior, de razones y recuerdos, pues es lo que define la condición humana.

Y ya no hablamos solo de la sostenibilidad del Estado de Bienestar, de sus números, sino de la facultad de vivir felices. La autoestima como colectivo también nos hace progresar como sociedad.

Veamos la salud mental como un bien escaso, parecido al oro, como un diamante al que hay que labrar, como una flor cuyo perfume nos hace olvidar la decepción.

Expongamos nuestros miedos y debilidades, si ello nos libera de la frustración. Y confiemos en el valor terapéutico de una mirada de comprensión.