LA BELLEZA DE LA PSICOTERAPIA (“THE POLITICS OF EXPERIENCE AND THE BIRD OF PARADISE”, DE RONALD D. LAING, ANTIPSIQUIATRA).

A Blanca Sánchez Gimeno (mi psiquiatra), con todo mi afecto.

Imagen de dos butacas vacías, una frente a otra

PRIMERA CONSIDERACIÓN

          La belleza de la Psicoterapia (al menos para quien esto escribe, aunque no soy un Especialista en la materia –quiero decir, en la Psicología) consiste en que (por lo menos, a partir de la obra de Sigmund Freud) es capaz de adentrarse en los recovecos de la Mente, de modo que seamos capaces de localizar en su interior las “Zonas Difíciles” (y problemáticas), como reconoce abiertamente Carl Gustav Jung, y escarbar donde se esconden los conflictos, sacarlos a la luz, prestarles atención, comprenderlos y, en el mejor de los casos, superarlos (o conseguir que dejen de ser un problema), con lo que (unas vez concluido este proceso gracias a la Psicoterapìa –o el Psicoanálisis) se conseguiría la curación de la neurosis.

Buscar la curación, en consecuencia, a través (o, por decirlo mejor,  atravesando) la existencia misma de la Enfermedad en la forma en que se manifiesta  (en los casos más habituales, se trata de alguna forma más –o menos—leve de neurosis, por ejemplo fóbica, pero no solamente –porque la psicosis también puede ser tratada eficazmente) y sus síntomas, manifestaciones y dificultades (y/o dolores) es la única forma de abordar un futuro distinto para los pacientes con dificultades psíquicas.

“La política de la experiencia (o El Ave del Paraíso)” es, por si alguien ignora este dato, una de las obras más logradas y conseguidas de este compañero (y amigo) de David Cooper, otro firme partidario de la Antipsiquiatría, que se niega a reconocer la diferencia entre las definidas con el nombre de “normalidad” y “anormalidad”. “La psicología es el lógos de la experiencia”, dice claramente Ronald Laing al principio de la citada obra, así como que “todos nosotros vivimos en dos mundos”, uno exterior, que ha sido llegado a ser bien determinado y establecido convencionalmente para conocimiento  habitual y con el que nos sentimos actualmente cómodos y familiares en el Siglo XXI, y el interior, que es mucho menos familiar y conocido para nosotros (quiero decir, que no ha sido descrito correctamente ni con la suficiente completud en la actualidad) y que corresponde a nuestra manera de experimentar, de sentir, de pensar, de actuar o de decidir según nuestras posibilidades. Este es el mundo de lo desconocido, y cada uno de nosotros lo experimenta (en principio) individualmente y por separado de los otros, por lo que difícilmente se puede comunicar su naturaleza.

La experiencia es la fuente de toda teoría, dice Ronald Laing, y, en consonancia con esto, sólo podemos ser observadores del comportamiento de los demás. De esta manera, sólo nos resulta inmediatamente accesible nuestra propia experiencia, que es las que nos orienta en el camino de la Existencia.

Las ciencias naturales carecen de comprensión respecto a cómo se relacionan la experiencia y el comportamiento, dado que la primera no es un problema “objetivo”. La experiencia interna no se puede conocer (o acceder fácilmente a ella), de manera que sólo podemos juzgar el comportamiento, perdiendo la mitad de la verdad de la persona humana en su conjunto. Al sernos inaccesible la experiencia ajena sólo externamente, es decir, por fuera, lo cierto es que sólo podemos conocer con propiedad nuestra propia experiencia, que es lo que constituye nuestra Vida (y, asimismo, la corriente de nuestra conciencia).

Ahí es donde en este Libro se describe la Psicología como “El lógos de la experiencia” (o sea, el “Locus” de la experiencia, el lugar desde el que podemos abordarla), dado que es éste es el único recurso del que disponemos los seres humanos para poder hacernos cargo de ella y de curarla (en el caso de que se encuentre enferma) a partir de su interpretación y de su evaluación adecuadas por parte del psicoterapeuta (creo que esto no lo contradiría ni siquiera Carl Rogers).

 

SEGUNDO

 

En consecuencia, “El Ave del Paraíso” (o sea, “The Bird of Paradise” en el original en lengua inglesa), que representa el subtítulo de este libro, para  mí capital en Psiquiatría), es una defensa de aquellos que (psicólogos y/u otros especialistas) que se ocupan de la Especie Humana y se encuentran con su experiencia (“la experiencia”, en términos de Ronald Laing) en cuanto objeto (y en cuanto característica) a considerar propia de los seres humanos a los que tratan, no diré yo que esto es una cosa (ni una proposición) inadecuada, impropia o ninguna clase de invitación a la indecencia.

Por eso mismo (porque se ocupa de la noción –y del conocimiento—de la experiencia– así como de sus posibilidades en el marco de la Especie Humana) es por lo que me ocupo de esta obra, a la que considero la verdadera fundadora de la Antipsiquiatría) y que todos los Psicólogos del Mundo entero (no tengo la menor de las dudas acerca de esto) tendrían que leer.

Como decía en el anterior párrafo, lo cierto es que yo creo sinceramente que la experiencia (en cuanto objeto –o sujeto– de la observación científica) es un objeto que comprender, al igual que podría serlo (y con la misma importancia implicada –esto es, implícita), por ejemplo, la composición química precisa (es decir, los elementos de los que se compone) de una piedra de lignito (o de basalto). E incluso con un suficiente grado (como diría Dilthey) de certidumbre, si es posible. De esta manera me gustaría concluir.

La belleza de la Psicoterapia consiste, precisamente, entonces, en que se ocupa, primordialmente, de la Experiencia Humana y se abre a los múltiples matices que la integran.

Saludo atentamente a mis lectores,

El Conde de Saint-Germain.

Atentamente suyo,

Re-firmado: El sin-corazón de Rimbaud

Gijón, 14 de enero de 2015