Pilar Torres -testimonio de salud mental -12Mi marido y yo nos encontrábamos en el pueblecito blanco y costero de Pontedeume con amplias cristaleras, en la provincia de A Coruña. Habíamos ido a visitar a nuestros cuñados, hermano mayor de Miguel y su mujer que era de dicha localidad.

El viaje transcurrió con tranquilidad, viviendo el presente, el aquí y el ahora, aprovechando cada instante, la amabilidad de la persona que nos suministró el gasoil en la gasolinera, disfrutando del bienestar social de tomar un café con leche con una magdalena con regusto a anisetes, sentados en una mesa de una cafetería de carretera que tenía grandes ventanales por los que atravesaba una potente luz blanca y unos rayos de sol para absorber la vitamina D que tanto necesitamos mi marido y yo según la última analítica realizada.

A la casa de los familiares llegamos relajados y nos alegramos mutuamente del reencuentro, hacía un año que no nos veíamos, pero había un sentimiento profundo de amor y cariño entre los cuatro con una química muy positiva y parecía que nos habíamos visto el día anterior.

Mi cuñada nos tenía preparados para comer “pitu caleya”, le llevaba mucho trabajo prepararlo y dejarlo listo para cocinar, nos estuvo contando todos los pasos que tenía que dar hasta dejarlos completamente limpios, listos para cocinarlos y su guiso llevaba, a fuego muy lento, una cocción de cinco horas. Pero ella decía que valía la pena, que no compraban pollo en las carnicerías porque no les sabía a nada.

Durante la comida salieron a colación muchos temas a debate, desde cómo se encontraba la familia en general, quién estaba más fastidioso que otro que estaba mejor, hasta la situación del país y del mundo en general, arreglando el mundo como diría una amiga. Yo me mostré especialmente charlatana y participativa, cuestión, esta, que me sorprendió enormemente, porque desde mi problema de salud mental me volví bastante introvertida, pero en esta comida sacaba yo misma temas a debatir, hacía preguntas, me preocupaba por la familia de los cuñados y contaba cómo me iba, qué hacía en el día a día…

El hablar de mí me hacía sentir bien, pues el mutismo selectivo acostumbra a ser una característica en mí sobre todo si me rodeo de mucha gente y más aún si ésta es charlatana. En esos casos me dedico a escuchar activamente y a asentir con la cabeza o me “pego” a alguien y mantengo una conversación con ella, a parte del grupo de personas que me rodean. Así me siento más segura, y no es una cuestión de timidez ni de vergüenza o de miedo a meter la pata, porque no soy tímida y pienso que el que tiene boca se equivoca; es más bien cuestión de sentirte bien o mal en ese momento en que estás relacionándote con otras personas, lo que tiene que ver más con las habilidades sociales, la asertividad y la empatía.

En este caso, no mostraba ningún tipo de suspicacia hacia los que me rodeaban, al contrario, sé que me mostrarían cuantos apoyos necesitara en todo momento y eso me dejaba muy relajada y más feliz, pues cuando se da esta situación me muestro como soy realmente, una persona muy vital, divertida, apasionada y amante de buenas conversaciones.

Tras recoger la cocina, los cuatro salimos a dar un paseo por el pueblo hasta el de al lado. No dejábamos de ver la ría de Pontedeume, ría baja, y su playa y el río que va a morir al mar, un ecosistema precioso. Había una señalización senderista en el río bastante larga que llevaba hacerla todo el día. Nosotros caminamos hora y media y luego fuimos a sentarnos a uno de los tres chiringuitos que había en la playa.

El sol era radiante, la gente llevaba gafas de sol y se la veía relajada, disfrutando del fin de semana, en compañía de amigos y familiares.

Cuando pudimos encontrar un hueco para sentarnos lo hicimos. Había una mesa libre con cuatro sillas. Increíble. Los anteriores chiringuitos no tenían mesa libre de ninguna de las maneras.

Estuvimos saboreando el aperitivo un rato en la mesa con la calma y sosiego que nos daba ver la ría cuando, al levantarnos para marchar, ocurrió algo inexplicable en un primer momento: La mesa que estaba a lado con la que no mantuvimos ninguna conversación estaba ocupada por un hombre y más personas, el cual, dijo en voz alta: “era la juez del Barco de Valdeorras y está protegida por la policía”. Acto seguido, mi cuñado que estaba como yo en estado de alarma dijo en voz alta; ¿Cómo lo sabrá? Por el contrario, mi cuñada y Miguel, no se enteraron de nada, estaban en estado de calma, relajados y no oyeron nada, y ni yo y ni mi cuñado comentamos nada al respecto.

A mí, tanto la frase del desconocido como la de mi cuñado me dejó perpleja: tengo un trastorno delirante mental autorreferencial y efectivamente, no era, sino que fui la juez de O Barco de Valdeorras y mientras estuve allí, estuve protegida por la policía.

No dije nada a nadie, hasta que volví a Oviedo y tuve cita con la psicoterapeuta y se lo comenté. Yo ya llevaba auto instrucciones hechas, basadas principalmente, en que todo fue fruto de la casualidad, es decir del azar y que el hecho no tenía fácil explicación. Mi terapeuta rápidamente me dijo que ese hombre me conocía de antes, habría ido por el juzgado de O Barco de Valdeorras cuando yo fui jueza allí y se acordaba de mí cuando me vio años más tarde. Ella me dijo que estas cosas pueden suceder. Que fue efectivamente una casualidad.

Como el trabajo de la terapia no termina en la consulta, sino que el paciente tiene que seguir más allá después, me pregunté lo dicho por ese hombre de la policía, y llegué a la conclusión que aún debe creer que aún debo trabajar allí.

Con esta autocrítica y ayuda de la terapeuta logré desmadejar la madeja de hilo y no dejar que esta experiencia me hiciera tambalear, ahora que la escribo la borro del consciente y quedará en el inconsciente como una experiencia más, pero con un patrón adecuado que es lo importante, que no se quedará fijado con un patrón inadecuado que en el futuro pudiera traer problemas porque se superpusiera a él otro patrón parecido y hubiera algún tipo de delirio.

De todas maneras, la experiencia vista ya en su realidad clara fue, al menos, molesta, porque como me dice mi padre, se pasa mal cuando alguien sabe quién eres y sabe de ti y tú no sabes de él nada.

 

Pilar Torres, integrante del Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de AFESA Salud Mental Asturias.

 

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