testimonio Pilar Torres -Diversamente

Relacionado con mi trastorno delirante de ideas autorreferenciales, se encuentra una distorsión cognitiva llamada de “personalización” que tiene lugar cuando la persona tiende a atribuirse hechos y fenómenos externos que no tienen que ver con ella misma, de hecho, no existe evidencia que establezca dicha relación.

A medida que mi salud mental ha ido mejorando, los delirios con trama autorreferencial y de perjuicio han dejado paso a esta distorsión cognitiva de personalización, que tienen en común algunas notas, pero que se diferencian claramente. Ha sido un salto cualitativo importante hacia la mejoría de la salud. El primero es un trastorno delirante y el segundo, un error cognitivo. Pero en ambas se tiende a lo autorreferencial.

En las dos también hay un sentimiento de culpa y un consiguiente sufrimiento, lógicamente mayor en el caso del delirio que en el error cognitivo.

Yo trato de hacerme preguntas para no caer en ninguna de estas dos distorsiones o alteraciones del pensamiento. ¿Acaso yo soy tan importante para que en la radio o la tele hablen de algún aspecto de mi vida, si llevo una vida tranquila? ¿Acaso no hay muchas mujeres en España que también se llaman Pilar Torres como yo y cuando oigo este nombre por la tele o la radio no se refiere a mí, que llevo una vida anónima fuera de las redes sociales y con el deseo de pasar desapercibida? Recuerdo que, hace unos años, estaba con una empresa asegurada con la casa de Oviedo, donde vivo, y la mujer de la oficina me dijo “Mira” y me enseñó el ordenador, la pantalla, y solo había una lista de Pilar Torres, había cientos, me señaló, y me dijo “para que veas las que hay como tú”. Ahora veo el gran favor que me hizo.

Cuando oigo el nombre de Pilar, lo que hago ahora es fijarme en qué contexto tiene lugar, es decir, si estamos en clase de informática y soy la única persona con ese nombre y apellidos, es evidente que reacciono si llaman por este nombre, pero si estoy en la calle y a lo lejos lo oigo, no hago ni el menor caso. Es decir, no hago en este segundo caso, ninguna asociación de ideas delirantes poniéndome a mí como centro del acontecimiento.

Ahora tengo fuerza para preguntar a una persona que desconozco y que me ha nombrado si se refiere a mí, si está próxima a mí, y me ha mirado descaradamente, es difícil que sepa mi nombre, pero cabe hipotéticamente la posibilidad de que sepa de mí y yo de ella nada, y entonces se pasa muy mal y por eso respondo y le pregunto si se refiere a mí. Y lo más normal es que me diga que no dijo ese nombre, o sea, que lo pensó mi mente como algo real y externo. Yo, por supuesto, me disculpo, aunque resulte algo embarazoso, este juicio de realidad es necesario para evitar que surja una trama en mi cabeza y pueda llegar a descompensarme.

Si cuando era magistrada era una persona anónima, ahora lo seré con mayor motivo.

Lo que no desconozco es la existencia de personas criticonas, aturdidoras, que ni viven ni dejan vivir, crueles y cotillas, que cuando llegas a una cafetería, a una conferencia, al cine, te hacen un “traje”. Pero en ese caso todo es real, no hay delirios ni distorsiones cognitivas y les puede parecer algo que me ponga a leer un libro o que vista o peine de una u otra manera. Ante esta incómoda situación, no hago caso de los comentarios ni de las provocaciones, salvo que se dirijan a mí exactamente, porque entonces contesto y me defiendo de sus críticas acusatorias.

Me acuerdo de una vecina que estaba en un bar con otras dos amigas y yo estaba enfrente, hablaba de mí y me tiraba indirectas hasta que, de repente, no se pudo reprimir más y me habló por primera vez en la vida, y con ira dijo “Que te vi cuando la ambulancia vino a buscarte y quedó en la esquina de la calle”, y lo dijo con una maldad exagerada. Automáticamente, me levanté enfadada de la mesa y salí del bar. Como autocrítica, tengo que decir que pudiera pensar que yo estaba cotilleando la conversación de las tres amigas. Yo estaba leyendo y, de vez en cuando, oía algo de la conversación porque hablaban muy fuerte, pero nunca tuve intención de inmiscuirse donde no me llaman, no es mi estilo.

Ahora nos miramos mal, lo tenía dentro y hasta que no me lo dijo, no descansó. El estigma actúa de esta forma. Efectivamente, la ambulancia vino a buscarme al barrio porque tuve un brote psicótico y esa mujer no entendía que ahora pudiera estar estable y compensada viéndome feliz, leyendo mi libro. Una paleta, con todas las palabras.

Pilar Torres, integrante del Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de AFESA Salud Mental Asturias.