El miércoles 26 de enero ingresé en la planta de Salud Mental de Torrecárdenas, en Almería, y voy a contar por qué acabé pidiendo el alta voluntaria.

Esta historia es la mía, pero estoy segura de que muchas personas de las que han pasado por allí podrán identificarse con todo lo que voy a contar aquí, porque ya basta de que nos callemos y sigan tratándonos como si no fuéramos personas.

Testimonio sobre TCAEntro a la planta y lo primero que hacen es ponerme un uniforme, quitarme los cordones de los zapatos y el resto de mis pertenencias. Hasta el champú para el pelo “eso no puedes tenerlo, fuera”. Ya me han hecho una PCR, así que me llevan a una habitación de aislamiento mientras salen los resultados. Me cierran el baño y es imposible pedir que lo abran. Paso así las siguientes 5 horas. Por fin me llevan a mi habitación. Baño cerrado de nuevo. El personal me hace saber la gran molestia que es tener que venir a que me abran el baño. También los escucho desde mi habitación como se ríen de los pacientes, como si fuéramos inferiores a ellos. Me hacen pruebas y más pruebas. Tensión, electro, pesaje… hasta que llega la cena, cada bandeja con un extra de amenazas “más te vale comerte eso o te ponemos una sonda”.

Hay un trato despectivo todo el rato: “no, es que esta niña NO QUIERE comer”. María, Miriam, Alicia (de mis apoyos principales), intentan acompañarme en la habitación, pero les echan. Llega una chica nueva, Elena (otro apoyo increíble allí), también con TCA, y pasa el finde con nosotras, atada a un suero.

No me están dando mis pastillas así que con cada bandeja tengo un ataque de ansiedad (“es que no te estás esforzando, Noelia”), tampoco me están dando mis pastillas para dormir así que paso 4 noches en vela. Elena tiene el suero puesto, así que vamos a visitarla. Parece ser que ahí sí están pendientes de las cámaras, porque se encargan de echarnos (mientras que cuando estaba teniendo un ataque de ansiedad no estaban tan atentos). Cuando por fin le quitan el suero a Elena, me lo ponen a mí (hipoglucemia).

Una mañana me paso desde las 7 hasta casi las 9 pidiendo que me abran el baño, pero estaban muy ocupados. Estaba a punto de mearme encima, así que voy al baño de María y al salir me regañan “tú no puedes ir a otros baños, pero bueno, al menos puedo pesarte ya” (porque claro, es lo único importante).

Después de comer revisan hasta cuántas cucharadas de caldo he tomado. Por más que ponga de mi parte siempre recibo las mismas palabras “no te estás esforzando nada, te vamos a acabar sondando”.

En terapia ocupacional nos ponen a colorear como si tuviéramos 5 años y esa es la única distracción que nos ofrecen.

El suero viene acompañando, como no, de un batido suplemento, cosas de la nutri, CUATRO tomas al día además de las comidas. Solo con las primeras 2 tomas mi estómago no lo soporta, no paro de decir que tengo mucha angustia, pero nadie me hace caso. Me paso media noche potando y en lugar de limpiarlo me ponen unos empapadores como si fuera un perro. Por la mañana pido si pueden limpiarlo para poder desayunar y me mandan limpiarlo a mí, lo limpio como puedo con los propios empapadores y ni siquiera pasan una fregona. Tengo que desayunar aún con el olor a vomito.

Vienen con más batidos que me niego a tomar, así que más amenazas de sondarme.

La psicóloga es otro caso. Solo hay una y se dedica primero a decir que no tengo ningún TCA (lo tengo diagnosticado desde hace más de un año), que solo quiero llamar la atención y que lo que tengo que hacer es dieta y deporte (tengo el deporte prohibido).

El personal sigue en su línea, uno se refiere a Elena y a mí como “las dos anoréxicas” de manera despectiva.

Los últimos días son el colmo. Por fin me quitan el suerito después de dos noches y voy a recoger mi bandeja a medio día, macarrones. Ataque de ansiedad instantáneo, me mareo y me caigo al suelo dándome un golpe en la cabeza. La única persona que intenta ayudarme es María y veo al personal riéndose de mí. Nadie mira si me he hecho algo, solo se preocupan en traer otra bandeja (también con macarrones aun habiendo dejado claro la ansiedad que me da). A la mañana siguiente me levanto mareada de nuevo y trato de hacer señas a las cámaras, pero parece que nadie está mirando, así que voy como puedo al control de enfermería, hay varios enfermeros charlando entre ellos y dos guardias. Vuelve a darme una lipotimia y me caigo, dándome otra vez en la cabeza. Escucho que un guardia comenta a las enfermeras que “la niña se ha caído”. “No, si ya se tiró ayer también”. Me tengo que levantar yo sola y en el intento vuelvo a caerme y a darme en la cabeza (aún me duele). Nadie me ayuda en ningún momento.

Al final me voy de alta voluntaria contra criterio médico, pero no aguanto un día más ese trato. Enfermeros sin vocación, normas estúpidas, mal trato por parte de muchos “profesionales”, sentirte prácticamente un animal.

Y así es el trato por parte de la Seguridad Social para los enfermos mentales. Quiero terminar el hilo (aunque podría escribir un libro entero sobre esto) con una frase de mi amiga Elena: “la salud mental es para ricos”.

 

Testimonio sobre TCA, por Noelia.