TLP. El monstruo domesticado IHola soy Javier Moreno, miembro del Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA.

Me gustaría compartir con ustedes unas líneas sobre mi vida. Y mi amigo inseparable: el TLP, o como yo prefiero llamarle Trastorno de Personalidad, sin ningún adjetivo, pues en mi diagnóstico, que no etiqueta, figura como mixto, es decir, manifiesto rasgos de otros tipos de Trastornos de Personalidad. Será una síntesis de la historia, pues a la hora de ordenar ideas veo material para, quizás, un futuro libro. Es decir, esto es un relato en Primera Persona o Persona con Experiencia Propia, como yo prefiero decir.

Me gustaría que sirviera como un halo de esperanza a compañeros y familiares, pero nunca que se marque como objetivo no alcanzable. Aunque cabe señalar que siempre es posible una mejoría y estabilidad de los síntomas tortuosos e indeseables. Cabe resaltar que en esta dolencia, como en todas, hay distintos grados de gravedad. Y esto lo podemos ver en otros aspectos cotidianos, desde un resfriado común a un cáncer, por mencionar algunas. Por citar otro ejemplo, tampoco todas las personas con síndrome de Down pueden ser Pablo Pineda, universitario y actor como este, aunque no es un caso único. Tampoco soy especial, hay seres humanos con TLP que han sido madres voluntariamente, deseándolo, o han aprobado una oposición o son abuelas felices, después de saber que lo padecen. Yo, simplemente, me animo a publicar mi experiencia hacia la recuperación: un camino no fácil, ni corto, pero se puede transitar sin morir en el intento.

Nací en el seno familiar de un entorno económico y social deprimido de Sevilla, años sesenta. Desde niño mostraba, probablemente, más violencia de lo habitual. Corrí tras un maestro, en la EGB, para apuñalarle con un compás; cuando peleaba con los otros niños no me frenaba ante sus padres; pocos amigos; aislado, en mi mundo… Lo que hoy en día llamaríamos un crío con problemas de conducta. Ya en la adolescencia, en el instituto cursando BUP, comencé a no estar a gusto conmigo mismo. Sentía “hastío de la vida”. Cuando crecí, era el «loco» de la familia. Mi persona era el elemento de discordia en reuniones sociales. Yo, continuaba a lo mío. En mi monstruoso y solitario mundo interior. A veces, ¿para qué relacionarme?, “me tienen manía”, “están hablando mal de mí”, “me persiguen”, son algunos pensamientos que pasaban por mi cabeza.

A pesar de esto, al parecer, no tengo menoscabada la inteligencia racional, como muchos de los que tenemos diagnosticado este problema de Salud Mental. Esto y mi afán por salir de mi capa socioeconómica, posiblemente, me ayudaron a sobrevivir hasta poco más de los cuarenta sin necesidad de visitar al psiquiatra o psicólogo. Logré ser oficial del ejército, capitán, y obtener una licenciatura en matemáticas. Fundar una familia y conservarla, a pesar del tsunami que para esta supuso el afloramiento de la patología.

En 2006 fue insostenible la situación, ya no lograba dormir, la ira se tornaba en violencia, no sabía o no me atrevía a poner fin a la vida, si lograba dormirme sufría pesadillas que no podía o no me atrevía a compartir… Comencé con los especialistas de la psique. Ya en 2008, me retiraron del ejército por incapacidad. No lo aceptaba, “me han echado porque la tienen tomada conmigo, me persiguen”. Solicité el reconocimiento de discapacidad con el fin de que algún profesional dijera que estaba bien. Pero en el centro de valoración, tras una mañana entera, test psicológicos y entrevista, no de corta duración, me volvieron a confirmar que algo me pasaba; consideraron que tenía una discapacidad superior al 33%. Me sentí aún más frustrado y perdido, más solo y aislado. Pero tuve la fortuna y acierto de encontrar AVANCE, Asociación en defensa de la atención a los trastornos de la personalidad, en Sevilla (hoy atiende a personas de todo el territorio andaluz). Llegué como usuario de a pie, participaba en sus actividades recuperadoras aprovechando sus recursos. Al principio tenía sospechas y desconfianzas de todo, pero comencé a sentirme comprendido. Ya no era un bicho raro.

Tras las consultas con psiquiatras y psicólogos, que ya de por sí son estigmatizantes en nuestra sociedad, vino también la farmacéutica con la identificación, con DNI para retirar algo del tratamiento, como si fuésemos “algo raro”, alguien a quien tener controlado.

Luego fui capaz de identificar diversas etapas con síntomas comunes a más de un compañero, insomnio, ansiedad, fases depresivas, consumo excesivo, en mi caso solo de alcohol, depresión, ataques de ira, sentimientos de soledad, aun estando en multitud, culpabilidad, etc. Y cómo no, pensar obsesivamente en abandonar este mundo como única y mejor solución. Me gustaría señalar aquí, que algunos de estos síntomas son tratados como un único problema de Salud Mental, un solo diagnóstico, de ahí, posiblemente, que aún hoy, algunos profesionales tengan pavor a tratar el TLP.

 

Javier Moreno, miembro del Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA.

 

Lee aquí la segunda parte del testimonio.