TLP-El monstruo domesticado IIContinúo mi relato indicando que para este Trastorno no existe una medicación específica, como si ocurre con otros problemas de Salud Mental, esto hace que a veces, nos sintamos como conejillos de indias de psiquiatras y farmacéuticas.

Con el tratamiento, químico, se intenta paliar síntomas, tales como insomnio, inestabilidad emocional, distorsiones de la realidad o alucinaciones, ansiedad, obsesiones, depresión, ataques de ira, etcétera. Pero en innumerables ocasiones no se tiene en cuenta los efectos secundarios, siendo estos abundantes y desagradables. Llegando incluso, en ocasiones, a provocar sentimientos de encontrarnos aún peor.

En concreto, cabe mencionar, mi etapa “florero” o “mueble”. Donde me colocaban podía permanecer impávido, inmóvil, por horas y horas, no siendo consciente de necesidades biológicas como beber o comer. No me enfadaba. No tenía ansiedad. No tenía insomnio. NO, NO…NO VIVÍA. Al contárselo a la psiquiatra que me llevaba por entonces, pidiéndole un ajuste de medicación, ella respondía, aun cuando se lo explicó mi esposa, que yo era su responsabilidad. No obstante, aun así, quiero destacar mi adherencia al tratamiento, seguimiento del mismo, aun estando en desacuerdo con él. Y esto ha sido tónica común en todo el proceso. Bueno, recuerdo un objetivo, cuando estaba en mejoría y ya con otro doctor que me quedé a medias. Fue durante el confinamiento estricto por la pandemia del COVID-19, el psiquiatra me propuso dar 5.000 pasos diarios, en el domicilio y yo, solo llegaba a 3.000.

En ese tiempo, creo que sobre-medicado, aún tomando algún antidepresivo corrientito, caí en depresión, que es una fase, etapa, crisis, síntoma o como queramos llamarle, por la que podemos y solemos pasar los afectados por TLP.

¿Y qué se siente en la depresión? En los libros, y algunas personas repiten metafóricamente, se está en un pozo oscuro sin poder ver la luz, ni forma de escalar y salir de él. Pero yo, os digo que no se tiene ilusión alguna por la vida, si consigues levantarte, salir de la cama, piensas con ilusión en la hora de volver a acostarte. Intentas ver la televisión, por poner un ejemplo y estás continuamente cambiando de canal, nada te entretiene, nada te distrae, solo piensas en no salir de la cama, y con suerte, no despertar.

Cuando consigues salir a la calle, por ejemplo, a tirar la basura a escasos cien metros de casa, es como si hubieses estado todo el día caminando, pues te fallan las fuerzas. No es que te asfixies por ansiedad. Es que no puedes moverte. Tanto que me hicieron un chequeo médico para anemia, déficit de vitaminas, etc. Estaba sano físicamente. Era la mente; me estaba jugando una mala pasada.

Logré tomar una decisión: cambiar de psiquiatra. En mi caso en la sanidad privada. Me aumentó la medicación. Llegué a tomar tres tipos de antidepresivos simultáneamente entre ellos, y además ansiolítico, antipsicótico y estabilizador del ánimo.

Un poco más tarde fuimos reduciendo dosis, y tipos de fármacos, llegando a la actualidad, desde abril de este año no tomo nada químico. Y VIVO, he recobrado actividades como el ejercicio diario, atención a la familia, estoy participativo en reuniones sociales, etc. Estoy recuperado o en buena recuperación.

¿Estoy sano? No. ¿Han desaparecido todos los síntomas? No. Pero, ¿han visto ustedes la película “Una Mente Maravillosa”?… Sin analizar el acierto, o no, del tratamiento del tema por esta cinta, allí se puede ver un protagonista con un problema de Salud Mental, que le provoca, entre otros síntomas, alucinaciones persistentes. En un momento de su vida, dado su capacidad de raciocinio (es biográfica de un premio nobel), y sin querer compararme con sus capacidades intelectuales, controla las visiones de seres inexistentes que sufre. Yo, hoy por hoy, consigo mantener a raya las no deseables ideas “flash” que me vienen. No se apoderan de mi pensamiento. No las rumio.

Algo parecido, me ocurre con el alcohol, tras mi paso por Proyecto Hombre durante dos años, a lo largo de este camino, recuerdo un voluntario que respondió a una pregunta: “las ganas de consumo no desaparecen del todo. Pero es posible controlarlas”.

También me gustaría mencionar que probé alguna psicología “alternativa” como ‘Las Constelaciones Familiares’, algo más de un año. Aunque, dicho sea de paso, estas son recelosas ante personas con diagnóstico de un TMG.

Pero ¿cuánto me durará esta etapa? No me preocupa, o lo procuro. Debo de vivir el día a día y disfrutar el momento. Puede que mañana entre en crisis, sin que signifique empeoramiento, y vuelva a precisar medicación, pero de momento me mantengo con contactos psicológicos grupales e individuales.

Como pueden observar, el camino ha sido largo y sinuoso. Por último, me gustaría destacar mi agradecimiento, porque ha contribuido a mi mejoría en gran medida, al movimiento asociativo en Salud Mental, desde el ámbito local con la Asociación AVANCE, actualmente secretario; el autonómico con la Federación SALUD MENTAL ANDALUCÍA, hoy portavoz del Comité Pro SMA en Primera Persona; y el nacional con la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, miembro del Comité Pro SME en Primera Persona. De todos estos ámbitos, hoy, soy parte activa, tratando de aportar mi granito de arena y contribuir a la mejoría y recuperación de otras personas, pues es lo menos que creo poder hacer por lo mucho recibido de este tejido organizativo.

Por último, me gustaría hacer explícito mi agradecimiento a dos personas, en particular, a mi pareja y esposa Asún por habernos acompañado y soportado, a mí y a mi duendecillo (el TLP), todo este tiempo. Y a la psicóloga que continúa apoyándome desde el 2.008, Nagore.

 

Javier Moreno, miembro del Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA.

 

Lee aquí la primera parte del testimonio.