«FUI TORTURADO POR FALTA DE MEDIOS Y RECURSOS»

Hace bastantes años mientras participaba en una reunión de la comisión de salud mental del Servicio Canario de Salud, un médico psiquiatra pedía disculpas públicas porque asumía que el uso de las contenciones químicas y mecánicas se producían porque él no contaba con personal de urgencias suficiente. Yo ya lo había experimentado en otras ocasiones. Y hace tan solo unos meses yo volví a ser víctima de esta precariedad, pero lo que más me sorprendió es que todo formaba parte de un protocolo. El hecho en sí de ingresar en urgencias con una crisis de salud mental, es el detonante para que se active de manera automática el protocolo de contención. Y eso también supone que, si no hay camas en la unidad de internamiento, estarás atado tantos días seguidos en urgencias como tiempo quede para conseguir una plaza disponible en la unidad de internamiento.

Aunque yo nunca he estado enterrado vivo, considero que es una experiencia similar.

La inmovilidad de todas mis extremidades y mi tronco, sobre una camilla, me provoca unas sensaciones de angustia y ansiedad insoportables, y cuando más agitado estoy más dolorosa es la experiencia. Mi mente indica a mi cuerpo que quiere moverse para estar más cómodo pero no obtiene resultado. Boca arriba van pasando los días en el pasillo de unas urgencias llenas de personas con todo tipo de dolencias. Viene el psiquiatra cada día, y cada día me entrevista mientras lo miro y le hablo atado desde la camilla. Me desatan para ir a ducharme. Lo hago de forma autónoma, colaborando, y cuando termino me conducen a la camilla donde me vuelven a atar. El turno considera que me pueden desatar, que estoy tranquilo, pero cuando llega un nuevo turno, con otro personal, vuelven a atarme porque es lo que está escrito. Es el protocolo que se instauró desde que pisé la entrada de urgencias. Soy un paciente psiquiátrico.

Soy un paciente psiquiátrico, así que cuando ingreso en urgencias, llaman a seguridad para que esté presente mientras me desvisto para ponerme el pijama del hospital. Tardo más de lo que debo en terminar de desabrocharme la camisa, y el personal no tiempo, ni medio minuto, y me reducen entre los dos seguritas y los cinco auxiliares y enfermeros que han llamado previamente para presenciar como me desnudo en un habitáculo de dos metros cuadrados. Me colocan en la camilla que ya habían preparado de antemano con las correas. Soy un paciente psiquiátrico, con una urgencia médica y tengo mucho miedo de lo que me está sucediendo, no entiendo por qué no me han cuidado desde que llegué al hospital, por qué no está mi familia conmigo, y estoy en shock. Un shock que no tenía antes de ingresar. No entiendo por qué me han dejado en un cuarto que parece de limpieza, han cerrado la cortinilla, y me han dejado solo. Soy un paciente psiquiátrico, a lo mejor es por eso. O a lo mejor es porque el personal no está formado en salud mental, porque son los que mantienen vivo el estigma, los mitos y las falsas creencias, porque cuando conocen el motivo de mi ingreso les doy miedo. A lo mejor es porque no hay dinero para que el hospital tenga unas urgencias específicas en salud mental, porque no tienen personal suficiente, y todxs corren de un lado para el otro, deshumanizados.

No es porque sea un paciente psiquiátrico. Me duele decirlo, porque está situación la están viviendo todos los días otras personas que ingresan. Esta situación no es pasado, es el presente y está sucediendo ahora. No es a lo mejor. Es por esto. Y toda esta precariedad deja un huella y un trauma imborrables para el resto de nuestras vidas, las nuestras, y las de nuestras familias.

Enrique González, presidente de la Federación Salud Mental Canarias.