JOKER

El visionado del largometraje Joker deja dos niveles de entendimiento en cuanto a la crítica.

En primer lugar, como narración audiovisual, se pone en el objetivo la despersonalización de la sociedad de masas, y la sordidez a que te aboca la soledad. Allí, la incomunicación te sume en el aislamiento; la conexión entre las personas es caótica; y la falta de oportunidades hace que tus retos vitales se diluyan en la irrealidad.

Este ambiente, unido a la normalización de la violencia, se percibe como sumamente hostil para la preservación de la salud mental.

La técnica narrativa plasma a la perfección esta estampa fantasmagórica. Pero ¿qué ocurre con el mensaje que introduce la cinta en una sociedad ayuna de elementos de juicio sobre los problemas de salud mental?

Así, en este documento cinematográfico, una persona con problemas graves ve como el sistema desatiende sus necesidades vitales, lo abandona, y lo conduce al fracaso existencial.

Atrapado por la fatalidad de las circunstancias reacciona con el lenguaje de la violencia. Aquí, la identificación entre “enfermedad mental”, abandono, y violencia se hace explícita.

Entonces, ¿cómo contrarrestar el poder de una superproducción de Hollywood, de consumo mundial, en la formación de una conciencia colectiva sobre salud mental? ¿Cuál es el antídoto para neutralizar esta negatividad?

Desde el Comité Pro Salud Mental seguimos trabajando en proyectar una imagen positiva sobre salud mental. Pensamos con seguridad que un modelo de atención comunitaria, con una buena red de apoyos; con ese espacio simbólico que es la comprensión; propiciando la conexión entre las personas, entonces, la esperanza sustituye a la violencia.

En un estado de conciencia colectiva, educando a la sociedad en los procesos que rodean a la salud mental, el mensaje que relaciona salud mental y violencia, quedará desactivado.

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